martes, 31 de octubre de 2006

El hijo de la tormenta

Cuando el problema del narcotráfico no había cobrado todavía tal dimensión, y más aún, cuando Fox parecía ser el presidente de este país, se me ocurrió hacer esta historieta, que se publicó después en una versión más local en la revista TRANSEÚNTE, gestionada de forma independiente por un puñado de románticos e inquietos periodistas, artistas gráficos, diseñadores e historiadores que buscaba hacer una publicación incluyente para jóvenes en el Distrito Federal.

Valga la aclaración: estaba inspirada en el padre de Tony Tormenta, conocido capo que por su juventud y despiadada manera de tratar a su clan tenía fama de ser un enfant terrible del narcotráfico. Por eso se llamaba "El hijo de la Tormenta".

Aquí van su primera versión, que por cierto, y aunque se publicó en otro formato y a dos páginas, nunca vio realmente un buen estilo de dibujo, por lo que las exhibo aquí, no sin demasiada vergüenza por mis trazos incipientes, burdos y llenos de admiración por Quino, Fontanarrosa, Crumb...



sábado, 1 de abril de 2006

Esfera Pública y Taller De Monos Sapiens

Por principio, yo quería ser cartonista de un diario. Empecé haciendo monos para un foro virtual del periódico Reforma que se llamaba "Esfera Pública" y que me concedió una mención honorífica por haber participado haciendo cartón y artículos de opinión sobre música, sociedad, justicia. 

Supuestamente la idea era ganarse un lugar para publicar en el impreso, y aunque para participar debías estar suscrito al periódico -cosa que agradezco a mi padre, que pagó la suscripción- en realidad se trató más de un taller muy riguroso y muy divertido para mí, porque todos sabíamos que de lo que se trataba era que el periódico ganara suscriptores. 

Como sea, que el sexenio de Fox era un río revuelto y parecía que era muy sencillo hacer crítica, especialmente contra la figura presidencial, precisamente porque Fox se encargó de acabar con el presidencialismo a la vieja usanza, donde el culto a la personalidad del gran líder era totalitario y abrumador. Se dedicó a enarbolar una nueva usanza, donde el culto a la personalidad inculta era el sello de la casa, y parecía increíblemente fácil hacer chistes al respecto.

Sin embargo, al participar ahí me di cuenta del rigor que implica el cartón diario, porque aunque los monos que se subían a ese foro en internet se publicaban cada tres días, yo padecía infinitamente para la entrega. No nada más por el dibujo o la resolución gráfica que debía tener, sino especialmente para elaborar la idea.

Me formé en una carrera universitaria el hábito de leer y analizar, pero para los vericuetos de la política, me faltaba muuuucho colmillo, lecturas, experiencias, conectes, contactos, vivencias, lecturas entre líneas.... formarme un criterio y una opinión más solidas. Yo creo que ahí le medí la dimensión a lo que estaba tratando de hacer y supe que lo estaba haciendo mal.

Me atreví a subir monos bien radicales y agresivos al foro, (y por supuesto, por tratarse del Reforma  y sus lectores focales, levantaba yo pésimos comentarios, ronchas, diría yo) y otros que si bien no eran diametralmente opuestos, creía que había que tener objetividad y "pegarle a todos".




Después tuve el gusto de aprender directamente de El Fisgón, Helguera y Hernández que eso en realidad es imposible, porque un caricaturista político debe tener claridad en su propia opinión, en su postura y en su crítica, independientemente del humor o del dibujo. Y entonces podrá, además de comunicar un mensaje claro, hacer una crítica concreta. 

Tuve este y otros aprendizajes en el taller de caricatura que impartieron ambos tres en el Claustro de Sor Juana, un deleite inaudito. Eramos un grupo compacto e inocente, y estos tres maeses nos exigían dibujar, nos hacían dictados de dibujos, nos enseñaban varios estilos de moneros y caricaturistas, nos ponían a hacer chistes con elementos que parecían no tener relación entre sí, aprender como esponjas pero además, nos exigían definirnos. 

Mis días en ese entonces pasaban grises y aburridos porque estaba terminando la carrera y cursando nomás dos materias y además ya trabajaba como redactorcilla de poca monta, pero los sábados eran días de taller monero, y eran de lucidez, de entretenimiento, sufrimiento alegre, aprendizaje a granel y  diversión absoluta. Ahí se hablaba un lenguaje que yo quería aprender, entender, usar...

Aquí un bonito recuerdo de aquel taller: 


Aunque duró solamente un par de meses, yo no paré de gozar, de aprender y de rendirme a la seducción humanística de la caricatura. Me costó mucho trabajo digerir lo allí aprendido, lo aprendido todos estos años sin dibujar, por lo que espero seguir avanzando, esta vez, ya en el papel.


miércoles, 1 de marzo de 2006

Domitila

Cuando estaba todavía en la facultad (estudiando periodismo cuando debería de haber estado aprendiéndolo en la calle) la mera verdad es que me la pasaba haciendo dibujitos.

Uno de esos dibujitos era Domitila, una niña que no era otra cosa más que mi alterego, una chiquilla que no pasaba de los siete años pero que vivía en su mundo interior y que disfrutaba vivir de las cosas que imaginaba.

Estas dos son las primeras historietas que hice en mi vida. Se trataba de un ejercicio más cercano al comic, y aunque después de verla muchos me dijeron que me estaba fusilando a Mafalda y hasta a Buba, la realidad es que mi Domi era una niña rara, no necesariamente sabia, o lo era precisamente desde la carencia y no desde la brillante lucidez de la pibeta que odiaba la sopa o de lo aguerrida como Buba.

Planeaba darle todo un universo de oportunidades, acompañada de su osito de felpa y de su gato Dadá, pero esos capítulos fueron regalados a amigos o gente que ya no está en mi vida y que seguro ya los arrojó al cesto de la basura.

Rescato de la memoria a Domitila, por haber sido algún día mi vocera, mi espejo, mi niña freak.